No concibo mi vida sin la psicología, sin el vasto conocimiento y bienestar que aporta. Creo que no elegí ni siquiera de forma consciente el hecho de estudiar psicología; lo llevaba dentro y simplemente lo tuve claro, no había duda alguna que sopesar. Siempre he sido esa compañera y amiga en la que los demás sabían que podían confiar, que les escuchaba sin juzgar o a la que podían pedir consejos de forma imparcial. En mi familia guardan un claro recuerdo de cómo, desde pequeña, hacía observaciones sobre el comportamiento de algunas personas, anticipando acciones futuras que finalmente se materializaban. No se trataba de pensamientos mágicos, sino simplemente de mi "ojo clínico".

Hoy en día me considero una mujer equilibrada, capaz de apreciar plenamente lo que me rodea, así como agradecida por todo lo bueno y las oportunidades que me ha brindado la vida. Pero el camino que yo transito, al igual que el tuyo, ha tenido múltiples baches y heridas que he tenido que sanar (acontecimientos traumáticos como un accidente en el que casi pierdo la vida, la pérdida de un hermano que ni siquiera he conocido, migrar, etc.). Además, desde adolescente he tenido que lidiar con un alto nivel de autoexigencia y he tenido que aprender a marcar límites y a utilizar más a menudo la palabra "no" (y aún estoy aprendiendo). 

Para disfrutar y manejar mi vida desde la adultez, también he cambiado roles que desempeñaba, por otros más asertivos y que aportan equilibrio en mis relaciones.